Somos seres terrestres, estamos diseñados para respirar aire, en un medio rodeado de aire.
No estamos hechos para respirar aire mientras estamos dentro del agua. Por lo que, cuando aprendemos a nadar, debemos aprender a respirar de una forma diferente.
La función respiratoria juega un doble papel. Uno fisiológico relacionado con la necesidad del cuerpo de tener oxígeno para sus funciones, y otro físico, especifico de la natación y que determina su flotabilidad.
Mientras más agua metemos a nuestros pulmones, mejor es nuestra flotabilidad, y más fácil será nadar.
Pero cuando este aire sale de nuestros pulmones, baja nuestra flotabilidad, por lo que tenemos que aprender a jugar con esto. Un educador acuático capacitado puede enseñar esto a la par que enseña otras habilidades, y el alumno ni lo va a notar.
Se enseña a respirar, a la par que se enseña los movimientos de brazos y piernas. De manera que esta sincronía se va haciendo propia a medida que se practica.
Lo más importante es adquirir la habilidad de tener agua en la cara, agua cerca de la nariz, y no dejar que se meta a la nariz. Esto se hace sacando aire por la nariz cuando la cara está dentro del agua, de esta manera el agua no puede entrar por las fosas nasales.
Esto se va aprendiendo poco a poco con la práctica, y llega un momento en que el alumno lo aprende sin siquiera hacerlo consciente. En un niño es muy rápido, mientras que en un adulto puede durar un poco más.
La toma de aire (inspiración) se hace por la boca, mientras que la salida del aire (espiración) se puede iniciar por la boca y terminar por la nariz, en forma explosiva, para expulsar las gotas de agua que impregnan la mucosa nasal, evitando así su entrada a las vías respiratorias.