Cuando una persona que no sabe nadar se presenta por primera vez en la escuela de natación, se encuentra con el educador acuático asignado. Aquí se pueden dar dos panoramas:
1) Que el educador acuático le haga sentir desconfianza
2) Que el educador acuático le haga sentir confianza
Es muy común encontrarse con adultos que expresan miedo, vergüenza, desconocimiento, incluso que nunca han usado un traje de baño. Imagínate la desconfianza con la que se presentan a su primera clase de natación.
Como academia de educación acuática, es nuestra primera tarea hacer sentir al nuevo alumno “como en casa”.
Antes de que él mismo se introduzca siquiera en el agua, el educador ya debió haber platicado con él, preguntado cuáles son sus intenciones al venir a la escuela de natación, qué objetivos tiene, saber si tiene miedo, si antes ha tenido experiencia con el agua y si esta experiencia ha sido positiva o negativa. Es importante saber también si viene por terapia, o para aprender a nadar, o tal vez para bajar de peso o para mejorar su composición corporal o rehabilitarse.
Todo esto lo platicamos durante la primera clase, para darnos cuenta con quién estamos tratando y poder dar el mejor servicio. Y no solo el mejor servicio pedagógico, sino el servicio más humano.
Hablando de los dos panoramas antes mencionados:
En el panorama 1, el educador acuático probablemente saludó al nuevo alumno, pero hasta ahí llegó la comunicación verbal. No investigó sobre su persona, expectativas, experiencia previa, objetivos. Este alumno que no se sintió escuchado va a mantener guardadas sus dudas, sus miedos, sus expectativas. Esto no le genera confianza. Y si no hay confianza, difícilmente el alumno permanece. Nuestra experiencia es que vienen un mes, como mucho, y se dan de baja.
En el panorama 2, si un alumno durante su primera clase se siente acogido, aceptado, comprendido, ese alumno va a volver a la segunda clase, y probablemente aprenda a nadar en esa escuela de natación. Y si es así, es muy probable que se quede en ella muchos años, pues le tomará cariño al educador acuático.
La relación de un alumno con su educador acuático es básica para el desarrollo de la confianza del primero, y para su permanencia en un programa de enseñanza en el agua.
El agua, al no ser nuestro medio natural, puede causar estrés el solo saber que nos vamos a introducir en ella. Es por ello que la calidad humana, el conocimiento de las personas, y la capacidad de comunicación y empatía, son atributos esenciales de un educador acuático.
Ser un educador acuático es ser un ser humano muy completo.